Corrales, el ex campeón del mundo de los livianos y livianos junior, era un buscador de emociones.
Le gustaba pelear duro, practicar paracaidismo, nadar con tiburones, esquiar rápido y manejar su motocicleta a altas velocidades.Ese descuido por la seguridad personal que tenía en el ring de boxeo-la misma característica que lo convirtió en una estrella de acción-es lo que lo llevó a una muerte prematura el lunes 7 de mayo por la noche a los 29 años de edad.
Le gustaba pelear duro, practicar paracaidismo, nadar con tiburones, esquiar rápido y manejar su motocicleta a altas velocidades.Ese descuido por la seguridad personal que tenía en el ring de boxeo-la misma característica que lo convirtió en una estrella de acción-es lo que lo llevó a una muerte prematura el lunes 7 de mayo por la noche a los 29 años de edad.
Corrales, quien deja atrás a cinco hijos y a su mujer, Michelle, quien lleva siete meses de embarazo, tenía una insaciable adicción por llevar las cosas al límite. Probablemente esa sea la razón por la que estaba conduciendo su motocicleta a 167 kilómetros por hora cuando chocó con la parte trasera de un auto, cayó de la misma y fue golpeado por otro auto que venía por Las Vegas Strip.
Cualquiera que haya visto a Corrales pelear probablemente no vaya a olvidarlo. Su épica primera pelea con José Luis Castillo el 7 de mayo de 2005 se ha convertido en el parámetro de medición del resto de las peleas de acción.
No fue la única vez que Corrales mostró voluntad y agallas. ¿Qué hay de la vez que fue derribado cinco veces por Floyd Mayweather Jr. en su pelea por el título de livianos júnior? Corrales se levantó una y otra vez hasta que su rincón tiró la toalla, una decisión que lo hizo enfurecer. También recordamos su primera pelea contra Joel Casamayor, en la que Corrales sufrió un terrible corte en el labio.
Aunque la pelea fue detenida, Corrales rogó por que continuara mientras la sangre corría por su herida. Detrás de Acelino "Popo" Freitas, Corrales corrió, derribando a Freitas tres veces para poder llevarse la victoria. Estoy metido en el mundo del boxeo hace casi siete años. Miro boxeo desde que soy pequeño. He cubierto cientos de peleas. Pero nunca vi una pelea tan buena como la de Corrales-Castillo I y nunca vi otro boxeador con tanto corazón como Corrales (aunque Arturo Gatti y Evander Holyfield están muy cerca).
Recuerdo estar sentado dentro del Mandalay Bay Events Center observando el espectáculo de la pelea. Cuando Corrales fue derribado por segunda vez en el décimo round, la mayoría de los que estábamos sentados al costado del ring pensamos que se había terminado. Pero Corrales tenía corazón de guerrero y una actitud imparable. Se levantó las dos veces y corrió para anotar una de las recuperaciones más increíbles en la historia. No solo del boxeo. Sino la historia del deporte. Fue un final impactante para una pelea impactante.
Para cuando terminó, Corrales había unificado títulos de la categoría de livianos y todos quedamos estupefactos. Recuerdo que necesité un par de minutos para recuperarme antes de escribir mi nota. Corrales usó esa pelea como una placa de honor. Estaba tan orgulloso de haber participado en una pelea histórica. Si hubieran conocido a Diego Corrales, sabrían cuanto le importaba darle a los fans lo mejor de si.
Amaba el dinero y eso iba en conjunto con ser un boxeador estrella. Amaba la fama. Amaba ser llamado campeón. Pero una vez me dijo que lo que más lo apasionaba era que sus fans quedaran contentos con su pelea. Tampoco quiero hacerlo quedar como un santo. Corrales tenía sus demonios. Estuvo en prisión en California por golpear a su mujer embarazada. Tuvo su cuota de peleas en la calle. Admitió ser un chico malo. Y el alcohol solía sacar lo peor de si.
Tampoco era el muchacho más fiel. Contrajo a su entrenador Joe Goossen por 110,000 tras la pelea en octubre contra Casamayor. E intentó desertar a Gary Shaw, a pesar de un contrato válido y el hecho de que Shaw fue quien lo rescató de la mugre y lo ayudó a reconstruir su carrera tras que saliera de la prisión. Pero Corrales también tenía un costado dulce, que es lo que prefiero recordar. Una vez lo vi fuera del predio en el casino The Orleans en Las Vegas firmando autógrafos antes de una pelea. Me acerqué para saludarlo. Me saludó con alegría mientras firmaba posters y se sacaba fotos.
Casi una hora más tarde, salí del predio para tomar un trago y Corrales seguía allí, firmando autógrafos y hablando con docenas de fans que seguían allí. No creo que Corrales haya visto ninguna pelea esa noche, pero sin duda se estaba divirtiendo. Cinco días tras la impactante pelea contra Castillo, varios periodistas que habían permanecido en la ciudad para cubrir la pelea del siguiente sábado por la noche (Winky Wright-Felix Trinidad) fueron invitados a uno de los lofts de lujo en el MGM Grand para reunirse con Corrales y ver la cinta de la pelea en uno de los plasmas en el impactante apartamento. Corrales dijo que era la primera vez que miraba una de sus peleas sin tener que estar tomando medicamentos para el dolor. Rió cuando lo dijo, pero sospecho que estaba diciendo la verdad.
La hinchazón en sus ojos aún se podía percibir. El daño sufrido en la pelea era evidente. Pero Corrales aprovechó la oportunidad de ver la pelea con nosotros, hasta su mujer, quien estaba a su lado y no se le veía demasiado entusiasmada. Shaw trajo el almuerzo y nos sentamos a ver la pelea. Corrales se portó como una fan durante la proyección. Hizo comentarios detallados acerca de lo que pensaba de la pelea. Se divirtió a lo grande.
Al día siguiente, pasó varias horas con Corrales en su casa. Iba a ser entreistado por el programa de ESPN2, "Friday Night Fights". Yo debía realizar una nota acerca de James Toney, cuyo análisis por esteroides de su pelea dos semanas antes contra John Ruiz había dado positivo. Para alivianar el peso del equipo de televisión, los productores me pidieron que hiciera mi nota desde la casa de Corrales. Corrales me dio la bienvenida como si fuera un viejo amigo. Me mostró su casa con orgullo. Su mujer y su suegra fueron muy generosas, ordenando algo de comer para que podamos pasar el tiempo durante las horas de preparación. Corrales también me mostró la habitación donde guardaba sus trofeos.
Estos fueron momentos más felices para Corrales y su familia. Nadie lo sabía en ese momento, pero esa gloriosa victoria contra Castillo sería la última de la carrera de Corrales. Castillo lo noquearía en el cuarto round cinco meses más tarde en la revancha, una pelea entintada por la controversia del sobrepeso de Castillo. Una tercera pelea contra Castillo sería cancelada por cuestiones de peso una vez más, y Corrales perdería dos peleas más, una decisión contra Casamayor en octubre pasado y una decisión contra Joshua Clottey en su debut de welter en abril.
¿Quién sabe que hubiera sido de la carrera de Corrales? Había perdido tres consecutivas, estaba teniendo problemas financieros y su matrimonio con Michelle, de quien estaba separado, se estaba cayendo a pedazos. Pero Corrales no se daba por vencido.
En esa noche final el 7 de abril, Corrales tomó una paliza de Clottey. Como siempre, Corrales nunca dejó de intentar y se negó a permanecer en el piso cuando golpeó contra la lona. Ese era su método. Tras la victoria contra Castillo, Corrales explicó su filosofía de boxeo.
"Soy una persona que puede regresar", dijo. "Demostré que puedo regresar de una paliza. Eso es lo que más me importa, porque quiero que la gente sepa que cuando estoy abajo, así y todo no es hora de descontarme. Puedo salir adelante".
Tras el accidente en motocicleta, Shaw recordó una conversación que había tenido con James Prince, el manager de Corrales, quien llegó a la escena del accidente y vio a Corrales, su casco aún puesto, que aún se veía a pesar de la sábana que lo cubría."Le dije a James que conociendo a Diego, si pudiera levantarse lo hubiera hecho", dijo Shaw. Corrales no pudo levantarse, a pesar de considerarse invencible.
Esa actitud es lo que lo hizo tan especial en el ring. También es lo que le costó la vida.
Cualquiera que haya visto a Corrales pelear probablemente no vaya a olvidarlo. Su épica primera pelea con José Luis Castillo el 7 de mayo de 2005 se ha convertido en el parámetro de medición del resto de las peleas de acción.
No fue la única vez que Corrales mostró voluntad y agallas. ¿Qué hay de la vez que fue derribado cinco veces por Floyd Mayweather Jr. en su pelea por el título de livianos júnior? Corrales se levantó una y otra vez hasta que su rincón tiró la toalla, una decisión que lo hizo enfurecer. También recordamos su primera pelea contra Joel Casamayor, en la que Corrales sufrió un terrible corte en el labio.
Aunque la pelea fue detenida, Corrales rogó por que continuara mientras la sangre corría por su herida. Detrás de Acelino "Popo" Freitas, Corrales corrió, derribando a Freitas tres veces para poder llevarse la victoria. Estoy metido en el mundo del boxeo hace casi siete años. Miro boxeo desde que soy pequeño. He cubierto cientos de peleas. Pero nunca vi una pelea tan buena como la de Corrales-Castillo I y nunca vi otro boxeador con tanto corazón como Corrales (aunque Arturo Gatti y Evander Holyfield están muy cerca).
Recuerdo estar sentado dentro del Mandalay Bay Events Center observando el espectáculo de la pelea. Cuando Corrales fue derribado por segunda vez en el décimo round, la mayoría de los que estábamos sentados al costado del ring pensamos que se había terminado. Pero Corrales tenía corazón de guerrero y una actitud imparable. Se levantó las dos veces y corrió para anotar una de las recuperaciones más increíbles en la historia. No solo del boxeo. Sino la historia del deporte. Fue un final impactante para una pelea impactante.
Para cuando terminó, Corrales había unificado títulos de la categoría de livianos y todos quedamos estupefactos. Recuerdo que necesité un par de minutos para recuperarme antes de escribir mi nota. Corrales usó esa pelea como una placa de honor. Estaba tan orgulloso de haber participado en una pelea histórica. Si hubieran conocido a Diego Corrales, sabrían cuanto le importaba darle a los fans lo mejor de si.
Amaba el dinero y eso iba en conjunto con ser un boxeador estrella. Amaba la fama. Amaba ser llamado campeón. Pero una vez me dijo que lo que más lo apasionaba era que sus fans quedaran contentos con su pelea. Tampoco quiero hacerlo quedar como un santo. Corrales tenía sus demonios. Estuvo en prisión en California por golpear a su mujer embarazada. Tuvo su cuota de peleas en la calle. Admitió ser un chico malo. Y el alcohol solía sacar lo peor de si.
Tampoco era el muchacho más fiel. Contrajo a su entrenador Joe Goossen por 110,000 tras la pelea en octubre contra Casamayor. E intentó desertar a Gary Shaw, a pesar de un contrato válido y el hecho de que Shaw fue quien lo rescató de la mugre y lo ayudó a reconstruir su carrera tras que saliera de la prisión. Pero Corrales también tenía un costado dulce, que es lo que prefiero recordar. Una vez lo vi fuera del predio en el casino The Orleans en Las Vegas firmando autógrafos antes de una pelea. Me acerqué para saludarlo. Me saludó con alegría mientras firmaba posters y se sacaba fotos.
Casi una hora más tarde, salí del predio para tomar un trago y Corrales seguía allí, firmando autógrafos y hablando con docenas de fans que seguían allí. No creo que Corrales haya visto ninguna pelea esa noche, pero sin duda se estaba divirtiendo. Cinco días tras la impactante pelea contra Castillo, varios periodistas que habían permanecido en la ciudad para cubrir la pelea del siguiente sábado por la noche (Winky Wright-Felix Trinidad) fueron invitados a uno de los lofts de lujo en el MGM Grand para reunirse con Corrales y ver la cinta de la pelea en uno de los plasmas en el impactante apartamento. Corrales dijo que era la primera vez que miraba una de sus peleas sin tener que estar tomando medicamentos para el dolor. Rió cuando lo dijo, pero sospecho que estaba diciendo la verdad.
La hinchazón en sus ojos aún se podía percibir. El daño sufrido en la pelea era evidente. Pero Corrales aprovechó la oportunidad de ver la pelea con nosotros, hasta su mujer, quien estaba a su lado y no se le veía demasiado entusiasmada. Shaw trajo el almuerzo y nos sentamos a ver la pelea. Corrales se portó como una fan durante la proyección. Hizo comentarios detallados acerca de lo que pensaba de la pelea. Se divirtió a lo grande.
Al día siguiente, pasó varias horas con Corrales en su casa. Iba a ser entreistado por el programa de ESPN2, "Friday Night Fights". Yo debía realizar una nota acerca de James Toney, cuyo análisis por esteroides de su pelea dos semanas antes contra John Ruiz había dado positivo. Para alivianar el peso del equipo de televisión, los productores me pidieron que hiciera mi nota desde la casa de Corrales. Corrales me dio la bienvenida como si fuera un viejo amigo. Me mostró su casa con orgullo. Su mujer y su suegra fueron muy generosas, ordenando algo de comer para que podamos pasar el tiempo durante las horas de preparación. Corrales también me mostró la habitación donde guardaba sus trofeos.
Estos fueron momentos más felices para Corrales y su familia. Nadie lo sabía en ese momento, pero esa gloriosa victoria contra Castillo sería la última de la carrera de Corrales. Castillo lo noquearía en el cuarto round cinco meses más tarde en la revancha, una pelea entintada por la controversia del sobrepeso de Castillo. Una tercera pelea contra Castillo sería cancelada por cuestiones de peso una vez más, y Corrales perdería dos peleas más, una decisión contra Casamayor en octubre pasado y una decisión contra Joshua Clottey en su debut de welter en abril.
¿Quién sabe que hubiera sido de la carrera de Corrales? Había perdido tres consecutivas, estaba teniendo problemas financieros y su matrimonio con Michelle, de quien estaba separado, se estaba cayendo a pedazos. Pero Corrales no se daba por vencido.
En esa noche final el 7 de abril, Corrales tomó una paliza de Clottey. Como siempre, Corrales nunca dejó de intentar y se negó a permanecer en el piso cuando golpeó contra la lona. Ese era su método. Tras la victoria contra Castillo, Corrales explicó su filosofía de boxeo.
"Soy una persona que puede regresar", dijo. "Demostré que puedo regresar de una paliza. Eso es lo que más me importa, porque quiero que la gente sepa que cuando estoy abajo, así y todo no es hora de descontarme. Puedo salir adelante".
Tras el accidente en motocicleta, Shaw recordó una conversación que había tenido con James Prince, el manager de Corrales, quien llegó a la escena del accidente y vio a Corrales, su casco aún puesto, que aún se veía a pesar de la sábana que lo cubría."Le dije a James que conociendo a Diego, si pudiera levantarse lo hubiera hecho", dijo Shaw. Corrales no pudo levantarse, a pesar de considerarse invencible.
Esa actitud es lo que lo hizo tan especial en el ring. También es lo que le costó la vida.
Dan Rafael es analista de boxeo para ESPN.com. Cubrió las peleas de mayor envergadura en los últimos cinco años para el diario USA Today, incluidos combates con púgiles de la talla de Oscar de la Hoya, Félix Trinidad, Lennox Lewis, Mike Tyson y Bernard Hopkins, entre otros. Consulta su archivo de columnas.
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