Más que una pelea
Las rivalidades entre los mexicanos trascienden el boxeo
AP
El negocio del boxeo ya ha recorrido un largo trecho de capitalizar sus promociones en las rivalidades étnicas.
Durante los buenos tiempos del boxeo, eran los irlandeses en contra de los italianos, o los irlandeses en contra de los judíos, o los judíos en contra de los italianos. Más tarde, una de las más grandes rivalidades fue la de los mexicanos en contra de los puertorriqueños, y la de los mexicanos nacionales en contra de los mexicanos estadounidenses. Las rivalidades anteriores todavía fuertes. Y una rivalidad que toma cada vez más fuerza es la de los mexicanos en contra de los filipinos, la cual en gran medida fue suscitada por Manny Pacquiao.
La próxima revancha -- la segunda -- entre Israel Vázquez y Rafael Márquez nos hace recordar aquellas grandes rivalidades. No hay otra pelea en este deporte que prometa tal derramamiento de sangre, drama, patetismo y pasión como el encuentro Vázquez-Márquez III.
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Márquez (izq.) representa a Ciudad de México mientras Vázquez se identifica con EE.UU.
Pensemos en Rubén Olivares-Chucho Castillo, en Carlos Zárate-Alfonso Zamora, y en la más reciente pelea de Marco Antonio Barrera-Erik Morales. Todos los combates mencionados traían aparejada una rivalidad sin fin, pero cada una debido a diferentes circunstancias.
"Si hablamos de los mexicanos nacionales, se basa en el lugar del país en donde nacieron", dijo Don Fraser, quien promocionó muchas de las peleas más importantes en la costa oeste durante las décadas del 60 y del 70, muchas de ellas entre mexicanos nacionales y mexicanos estadounidenses. "Ya sea que vengan de Ciudad de México o Guadalajara, sienten mucho orgullo por el lugar en donde nacieron. También es cierto que estos púgiles mexicanos tienen mucho coraje y ansias de triunfar, y eso se refleja mucho en su rivalidad. No les gusta perder".
La región de origen era la razón inicial de la rivalidad tan intensa y publicitada entre Barrera y Morales, dos de los mejores boxeadores en los pesos más livianos de su época. La maravillosa serie de tres peleas en las que se enfrentaron fue alimentada por el desprecio que sentía uno por el otro, que dicho sea de paso, a ninguno de los dos le interesó esconder. Se podría decir que la rivalidad se sentía muy presente fuera del ring, en especial cuando Barrera le dio un golpe a traición a Morales, durante una conferencia de prensa en Las Vegas, previo a su segunda confrontación.
"Barrera es de la Ciudad de México, y las personas que viven allí piensan que son mejor que el resto", dijo Ricardo Jiménez, publicista de Top Rank y ex editor de deportes del periódico La Opinión. "Morales es de Tijuana, donde las personas son más racionales. Sus personalidades son muy diferentes, reflejan lo anterior, y esa es la razón por la que nunca se han llevado bien".Como es de esperar, hay otra versión. Márquez es de Ciudad de México -- como dicen ellos, es un Chilango -- y el vecindario en donde se crió, Ejercito Constinalista, Iztapalapa, es muy desolado. Al hablar con el escritor Brett Matteo Alderson, Márquez habló de la relación entre "Chilangos" y "Fronterizos", aquellos que residen en las regiones fronterizas.
"Cuando vivía en Tijuana, la gente tenía una actitud de desprecio hacia los Chilangos, nos hacían sentir que no nos querían allí", escribió al citar a Márquez. "Tuve peleas en las calles sólo porque oían mi acento. A las personas que viven en Cuidad de México no les interesan estas cuestiones. Ellos tienen algo en contra nuestra, y nosotros no tenemos ningún problema con ellos".
Cualquiera sea el caso, también hubo otros factores que desencadenaron las rivalidad entre ambos púgiles. Uno fue que su desarrollo como boxeadores profesionales y su surgimiento como figuras nacionales se dio simultáneamente, en una época en la que se acercaba un gran vacío en el deporte mexicano.
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Rubén Olivares (der.) y Chucho Castillo fueron oponentes tanto dentro como fuera del ring
Canto, el gran campeón peso mosca en la década del 70, venía de Mérida, en el estado de Yucatán, al sur de México. Durante los días de Canto -- y quizás, también ahora -- muchos de los boxeadores de esa región consideraban que estaban separados de México y que eran superiores. Canto y Guty Espadas, otro campeón en el peso mosca oriundo de la misma región, se enorgullecían de vencer a sus retadores de Ciudad de México.
El orgullo regional no tuvo nada que ver con una de las más grandes peleas entre dos mexicanos. El combate entre Zárate y Zamora, que tuvo lugar en California, en abril de 1977, contaba con dos púgiles que combinaban records de 67-0 (66 nocauts), y probablemente fue la pelea de peso gallo más esperada de toda la historia. Sus récords en cuanto a nocauts y rachas invictas vendieron tantas entradas como nunca antes.
La enemistad personal entre ellos (que no redujo para nada la venta de entradas) se debía principalmente a celos profesionales. Ambos eran manejados por Cuyo Hernández y ambos pensaban que el otro recibía más atención. Los conflictos llegaron a tal punto que después de que Zárate detuvo a Zamora, durante el cuarto round, el padre de Zamora se metió en el cuadrilátero y atacó a Hernández.
Quizás la rivalidad Mexicana más importante se pudo apreciar en la serie de tres enfrentamientos entre Olivares y Castillo, dos oponentes tanto dentro como fuera del ring. Olivares era un púgil de pegada fuerte y además un 'playboy' al que le gustaba mucho la noche. Castillo era totalmente opuesto. Pero no se repremía al expresar su disgusto por Olivares, el campeón mundial en el peso gallo que todos querían, antes de su primer enfrentamiento.
"Lo más importante no es ganar el título", dijo. "Lo único que quiero es ganarle a Olivares. Olivares es un charlatán, y no se merece ser un campeón".
Tres peleas dramáticas y muy intensas después, Castillo y Olivares habían juntado a un total de 52.910 fanáticos en Inglewood Forum y les dieron a los fanáticos mexicanos -- a todos los fanáticos del boxeo -- una pelea para recordar durante décadas.
Vázquez y Márquez han hecho lo mismo por los fanáticos del boxeo hoy en día, aunque su público sea más pequeño y aunque su rivalidad no tenga el enfrentamiento personal de Barrera-Morales o de Olivares-Castillo. Lo que han dejado sobre el cuadrilátero durante los dos primeros combates en los que se enfrentaron es la muestra de lo que valen estos dos boxeadores, y no esperamos menos en su tercer encuentro.
Si lo que se mide es los que los boxeadores dejan sobre el ring, esta rivalidad mexicana es tan buena como todas las que hubo antes.
William Dettloff escribe para la Ring Magazine y es coautor del libro "Boxea como los profesionales" con Joe Frazier.
Vea el artículo original en ingles: http://sports.espn.go.com/sports/boxing/news/story?id=3263209
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